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Ana Elisa P.

Nació pequeñita, pero ha vivido en grande.


El 17 de noviembre se celebra el día internacional del prematuro, y con motivo de esa fecha la cuna del hospital donde nació Ana Lucía hizo una pequeña celebración. He de confesar que sí iba un poco nerviosa.

Hace 6 años y medio esta luz tenue, los sonidos de los respiradores y las alarmas de los aparatos eran mi hogar. Las enfermeras mis maestras y paños de lágrimas. La terapia intensiva fue mi refugio y prisión. Hoy el ritual de limpieza para entrar y el olor del lugar me transportan inmediatamente al momento en que Ana Lucía, mi prematura extrema, comenzó a luchar por su vida. A mi me contenía mi esposo y el cariño solidario de la familia y un halo de tranquilidad que sólo la ignorancia me podía dar. Ana Lucía era un coche, ya le habíamos puesto aire a las llanta y calibrado, pero ahora había que cambiar faros y facia, si con eso no queda le haremos cambio de aceite y si es necesario le cambiamos el cofre y todo lo que se requiera. Todo era cuestión de cambiar partes, pero nunca vi la posibilidad de que mi coche no arrancara. Esa no era opción.

La noche antes de que nos dieran de alta, me senté en la banca que está a la entrada del hospital, vi la puesta de sol y lloré desconsoladamente. No me quería ir a mi casa. Tenía terror.

Mi coche arrancó y no ha parado de caminar en ningún momento porque tiene ese temple de acero que se formó en la cuna del hospital. Yo a veces le sigo cambiando partes pero no hay un solo día en que no me maraville por ese coche modelo 2007, que es único en su tipo. Nació pequeñita, pero ha vivido en grande.

Hoy comparto este momento con papás que llevan noches sin dormir, y andan en el mercado de partes. Quisiera asegurarles a todos que van a estar bien, abrazarlos y decirles que entiendo su incertidumbre, desesperanza y largas sesiones de lágrimas. Los abrazo cibernéticamente con este texto, con el corazón les comparto mi certeza de que la actitud, la fe y confianza en el equipo que los rodea son sus más firmes alcayatas. Todos ellos librarán la batalla de la prematuréz; algunos, ojalá los menos, enfrentarán el nuevo reto de las secuelas, necesidades especiales transitorias o que llegan para quedarse. Saldrán a iniciar esta etapa de la vida, en donde otros papás estaremos ahí, haciendo comunidad, para acompañarlos y abrazarlos en el camino.

Llegué nerviosa, salí feliz por esa niña prematura que desde su primer aliento nos robó el corazón.

Feliz día del Prematuro. Feliz día valientes pedazos de cielo.

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