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Gaby M.

Nuestras vacaciones


Una semana antes decidimos irnos de vacaciones a Cancún por ser un lugar que considerábamos “fácil” para viajar con Diego.

Un día antes del viaje me surgió la duda de cómo haríamos para sentarlo en el avión porque no se mantiene sentado solo. Ya no es tan fácil viajar con él en las piernas porque ya pesa 16kg. Me comuniqué con la aerolínea y no me supieron decir, así es que buscando en internet encontré que se puede poner en el asiento del avión la misma sillita que se usa en el auto, siempre y cuando tenga indicado que está aprobada para usar en aeronaves. Inmediatamente lo chequé y afortunadamente lo tenía, la sillita es sencilla de marca Graco.

También recordé que alguna vez leí sobre Adapta Accesibilidad, una empresa dedicada a la accesibilidad incluyendo al turismo accesible, así es que me puse en contacto con ellos para rentar por un día una silla anfibia por $35usd.

Y pues llegó el día, nos fuimos a la tan deseada vacación.

En la aerolínea no hubo ningún problema por poner la sillita del auto, eso sí, se cercioraron de que estuviera aprobada.

Decidimos rentar una camioneta ya que pensamos que sería más cómodo transportarnos con Diego.

Nos hospedamos en el hotel JW Marriott, el cual cumplía con mis requerimientos en cuanto a accesibilidad, había rampas o elevadores para ir a todos lados y aunque la comida no la pudieron moler, la trituraron.

El segundo día decidimos ir a Tulum, no tuvimos ningún problema con la silla de Diego en las ruinas ya que hay rampas, aunque no pudimos subir al mirador ni bajar a la playa ya que hay escaleras.

El tercer día recibimos la silla anfibia a la hora acordada en el hotel. La bajamos a la playa y subimos a Diego. Le tuvimos que poner una toalla en el asiento para que no se resbalara ya que le quedó un poco grande. Fuimos a caminar por la playa, jalarlo no fue tan difícil ya que la silla es muy ligera y posteriormente lo metimos al mar. Fue muy extraño para él, la silla flotaba y más de una vez las olas lo cubrieron, así es que no se salvó de probar el agua salada del mar. La silla funciona de maravilla y es fácil de usar, sin embargo para mí emocionalmente no fue lo que esperaba, ansiaba dar un paseo por la playa con mi familia, pero la verdad es que mientras mi esposo lo jalaba, yo le ayudaba un poco empujándolo y Daniela con nosotros, estábamos dispersos, no fue lo que me había imaginado y en el mar yo no me sentía relajada.

Al día siguiente nos subimos al barco pirata Jolly Roger que da un paseo por la costa mientras disfrutamos de un espectáculo de piratas. Para subir la silla al barco nos ayudaron con un escalón y nos acomodaron en un lugar cómodo donde veíamos perfecto el espectáculo. El comedor está en la parte de abajo del barco, sin embargo tienen una mesa en el nivel de la cubierta muy accesible, así es que no teníamos que bajar escaleras. Cabe mencionar que para accesar a los baños hay que subir un piso. Nos atendieron excelentemente bien. Los piratas se acercaban a Diego a saludarlo haciendo el “gruñido pirata” y él sonreía. Estuvo muy contento todo el tiempo. Súper recomendable para todas las familias; los niños se la pasan bomba y los adultos también.

Y pues llegaron a su fin las vacaciones. Lo que puedo decir es que sentí que Diego las disfrutó enormemente, no sé si ya se puede expresar mejor con su cara o es que ya le entiendo mejor a sus expresiones, pero lo noté contento, relajado. Cuando le preguntaba si quería meterse a la alberca, todas las veces me sonrió, era claro que decía que sí.

Ver su carita de felicidad en la alberca cuando lo paseábamos como muertito o cuando agarrábamos sus pies para hacerlo patalear y salpicar agua fue increíble.

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