Muchas veces he contado ya la historia que estoy por contar…una vez más, y cada vez que la cuento reafirmo más su significado, lo importante que fue en su momento y lo importante que sigue siendo ahora, puedo decir que es mi estandarte en la vida, lo que me devuelve al principio, lo que le vuelve a dar guía y dirección al camino cuando me siento perdida.
Recién Marcelo había salido del hospital después de 3 difíciles meses, donde se debatió entre la vida y la muerte, donde supimos, tanto él como Edgar y yo, del dolor físico y del alma, de pequeñas victorias y grandes derrotas, supimos lo que era el miedo en su máxima expresión, el que paraliza, ese que hace perder el control sobre uno mismo, pero también supimos del más profundo y puro amor, ese que da fuerza y esperanza, ese que abraza e impulsa a seguir adelante. 3 meses de una gran batalla, donde Marcelo se aferró a la vida y nos dio las más grandes muestras de lo que es coraje, valor y fortaleza; los mismos 3 mese en los que Edgar y yo sólo teníamos una cosa en mente, acompañar a Marcelo en esta lucha, no podíamos hacer mucho más.
Por aquellos días, mi cuñada, Eri, vino de visita a la ciudad, con sus dos hermosas hijas, mis sobrinas. Regis, casi recién nacida, había tenido algunos cólicos y fiebres, propios de su cortita edad, pero de esos que no dejan de preocuparnos a las mamás. Mi suegro, le sugirió llevar a la pequeña con el pediatra de Marcelo, pues era el único conocido y de confianza, para que estuviera tranquila y le recetara algún remedio. Y así sucedió, tuvieron su consulta con Gerardo, -gracias a Dios no era nada de cuidado- y cuando ya iban de salida, detuvo a mi suegro diciéndole “¿y cómo están su hijo y su nuera?”, refiriéndose a Edgar y a mi, por supuesto. “Muy bien, ahí están, contentos con Marcelo”, respondió mi suegro. “Pues mis respetos para ellos, que le han entrado con todo y como las grandes”, le dijo Gerardo, a lo que mi suegro respondió, como muchos lo hubiéramos hecho “bueno, es que en realidad no les queda de otra”. Y ahí es cuando Gerardo le dio esta respuesta que, hasta hoy, sigue siendo mi mas grande guía en los momentos difíciles, hasta los más turbulentos “perdón que lo contradiga, pero sí tenían de otra, pudieron haber elegido no entrarle, conozco muchos padres que decidieron no entrarle y hoy su historia es muy diferente, su hijo y su nuera decidieron sí entrarle y entrarle con todo, con garra, con entereza”.
“Decidieron SI entrarle”, son las palabras que se quedaron guardadas en mi corazón. Yo, también pensaba que la vida me había puesto frente a una situación difícil y que no tenía otra opción que estar ahí, hacerle frente, más desde la resignación y la adaptación, que desde una aceptación transformadora y la actitud de dar lo mejor de mi. Pero estas palabras de Gerardo me hicieron caer en la cuenta que sí había más opciones, y Edgar y yo, inconscientemente en primera instancia, más claramente ahora, elegimos, sí, ELEGIMOS, hacer frente a todos los retos y desafíos que se nos han presentado, a partir de la llegada de Marcelo, pero ahora lo hacemos en cualquier situación adversa que nos presente la vida.
Nuestra vida hoy se trata de elecciones, es decir, ante los retos del día a día, respecto a la rehabilitación de Marcelo, a su educación, en temas económicos o administrativos, en temas familiares y de pareja, sabemos que siempre tendremos opciones, normalmente serán dos principales, entrarle de frente o no entrarle y mejor huir. También tenemos claro que se trata de actitud, es decir, elegimos con qué actitud queremos enfrentar tal o cuál situación, con una actitud de impulso, positiva, de aprendizaje, o de conmiseración, negativa, de aislamiento. Finalmente, se trata de dar lo mejor de cada uno de nosotros por el bien propio y por el de los demás miembros del barco, es decir, hoy, elegimos entrarle, elegimos la mejor actitud e intentamos que cualquier situación adversa más que hacernos fuertes, nos haga mejores seres humanos, más sensibles, más entregados, más humanos.
Porque cuando he creído que no puedo mas, siempre hay algo o alguien que me hace retomar el camino; cuando me he sentido decaída y sin fuerzas, lo veo a él, a Marcelo, la forma en la que se esfuerza, mucha a veces a pesar de su cansancio, y no puedo más que continuar en la lucha junto a él; porque cuando creo que ya es demasiado para mi y me siento agotada, voy al grupo de apoyo de mamás, recargo las pilas y me reconforto al saber que muchas han pasado por ahí y todas han encontrado la forma de sobreponerse, entonces me lleno de confianza y esperanza.
Y así, es como estoy segura de que aunque flaqueé, aunque haya días no tan buenos, siempre podré seguir adelante, claro, si así elijo que sea.