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Carlos Alvarado

Mi día en Siegen, Alemania. Parte 2


No dejar que otros vean y aprendan de nuestro trabajo, considerarnos tan especiales y sabios como para no tener que aprender de otros colegas, no exponerse a la crítica y valoración de otros profesionales, a mi juicio, es un craso error. Siempre habrá algo que aprender, algo que modificar. Es necesario dejar a un lado el ego y el sólo interés de impartir cursos de introducción con fines lucrativos. Algunos incluso publican videos que muestran un antes y un después del paciente. Al respecto vuelvo a recurrir a los criterios de Votja, quien consideraba que desde el principio y hasta solo la posición de partida se obtienen cambios, pero después qué pasa, nos quedamos en ese punto y nada más, o será que se necesita más tiempo de terapia, más tiempo para entrenar a los padres, más aún sabiendo que el verdadero éxito de la terapia recae en ellos.

Rememorando un poco mi formación y desarrollo como fisioterapeuta, después de terminar la certificación en la cual tuve a los mejores profesores, como Dorotea y Wolfran -perdonen que los llame por su nombre de pila, pero es una costumbre muy latina-, de pronto ya no supe qué más hacer. Estaba estancado, así que contacté con Paloma y le pedí que hablara con Vojta para que me recibiera en Alemania. Así lo hizo y poco tiempo después viajé a Munich acompañado por un grupo de padres por el período de un mes. El plan de tratamiento consistió en la valoración por parte de Vojta y terapia diaria con Dorotea, con una consideración excepcional. Transcurrido un tiempo Lorena viajó a Alemania, y al conocer a Dorotea surgió una gran empatía entre ellas, de lo cual nació la idea de invitar a Dorotea a trabajar con nosotros en México una semana al año, siendo este el comienzo de una relación profesional que duró aproximadamente 10 años.

A la muerte de Dorotea volví a experimentar la sensación de estancamiento en el tratamiento de un niño, así que decidí buscar asesoría. Recibí la información de que Wolfran estaba en Siegen, y para mi sorpresa con un centro internacional de atención a niños en el que impartía entrenamiento a los padres en el trabajo con sus hijos. Consistía en trabajar dos veces al día con el niño, y los padres practicaban solos una vez al día en un salón equipado con una mesa de trabajo, al que se podía ir cuando se quisiera incluyendo los fines de semana. Fue una experiencia verdaderamente enriquecedora, tanto por el contacto humano con los terapeutas como por el hecho de observar a los padres de diferentes países -como rusos y árabes- en la relación terapéutica con sus hijos.

Hemos agotado la mañana en nuestra visita a Bad Bedlenburg. Es hora de comer y quedamos en un restaurante italiano. Llegan Fion y la ergoterapeuta. Comemos lasaña y pizza, y volvemos al centro de terapia a seguir con el trabajo. Veremos a Nico y a algún otro niño. Haciendo un recuento del trabajo de hoy, concluyo que la mañana fue buena pues pude hacer alguna posición con algún bebe, como la primera fase del boleto, tanto con el talón de la mano como con el dedo, y es increíble, un año apenas y nuevamente hay alguna corrección desde la posición de la mano hasta la extensión del codo y la posición de mi cuerpo. Por supuesto que se trata de Fion y para ella todo debe ser perfecto, cosa en lo que lleva toda la razón porque se refleja en la calidad de la respuesta. Nuevamente recuerdo nuestro trabajo en México, sólo picamos y vemos como salta un músculo por aquí o por allá, pero realmente sólo dando calidad a la respuesta podemos activar esa pequeña fibra no movilizada. Lograr la mejor calidad en la respuesta depende en parte de pequeños detalles como la posición de la mano o la porción del dedo y con qué parte del dedo se estimula, o la posición del cuerpo frente al paciente. Fion me permite intentar una nueva posición, la reptación refleja en un bebé, pero para ello necesito mis dos manos para el codo y el talón, ¿y la cabeza cómo la controlo sin subirme en ella? Fion me explica, pero aún así es complicado. Me cuesta sostener la cabeza con mi costilla, puede que esté mal colocado respecto al niño. Me corrige, me ayuda y lo puedo conseguir, no sin que me diga que hubo mucha presión sobre el punto, cuando mi sensación fue la de un toque apenas. Vuelvo otra vez a remitirme a México donde no tenemos mucho cuidado, o mucha técnica, y nos subimos sobre la cabeza con la costilla sin valorar la sensación tan desagradable que pueda sentir el niño, además de que no sólo lo contenemos, sino que realmente lo sujetamos, cuando en realidad se trata sólo de contener y mantener el cuerpo lo más simétrico para obtener una buena respuesta.

Se hace tarde. Fion recoge la basura, la ropa sucia, vacía el balde de agua con el desinfectante. La basura va a los contenedores y las toallas usadas en una bolsa al maletero del coche. Comenzamos el regreso. Así vivo un día en Siegen.

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