Ana Lucia es el nombre de ella, una niña con PCI que no conoce barreras, la gran persona que más que aprender de mí, me ha enseñado tanto. Yo soy Rosalba Lara, su monitora.
Hoy, después de un par de años de conocerla me viene a la mente el día que la vi trabajar por primera vez, en la que había sido su escuela hasta entonces, lugar en el que estaba cursando el verano y que me recibió para establecer un primer acercamiento “Kínder Colores”. En ese momento inició una de las mejores etapas de mi vida, misma que ha estado llena de aprendizajes y logros, de probar nuevos caminos e intentar cosas diferentes.
Después de dejarnos de ver algunos días debido a las vacaciones tan merecidas que tuvimos finalmente llegó lo que tanto esperábamos, el primer día en la nueva escuela, un Colegio que las dos estábamos conociendo y en el que desde el principio nos recibieron con la mejor intención de dar a Ana todas las facilidades necesarias para lograr que se desarrollara dentro del mismo de la mejor manera posible.
Recuerdo que al ingresar al salón cada uno de sus compañeros la saludó y algunos de ellos se acercaron a brindarle apoyo, otros la invitaron a sentarse a su lado mientras que unos cuantos la nombraban para que ella los encontrara con su mirada, considero que fue realmente un momento muy cálido y afortunadamente siempre ha sido así. Este es su tercer año en el Colegio y los niños a pesar de no siempre poder compartir todas las actividades con ella cada vez son más empáticos y se preocupan por enseñarle a Ana, pero sobre todo por ayudarla a hacer las cosas que consideran le cuestan un poco más de trabajo.
Trabajar con Ana Lucía dentro de una escuela regular que busca y lucha por la inclusión ha sido una experiencia maravillosa, tanto para mí como para sus maestros y para sus compañeros ya que durante este tiempo todos los involucrados hemos tenido la oportunidad de aprender con y de ella.
Por mi parte puedo agradecerle y mencionar algunas de las muchas cosas (que dejando a un lado la parte académica) me ha enseñado y que sin dudarlo considero son las más valiosas, razón por la que estoy segura las atesoraré siempre. Gracias Ana Lucía porque ahora sé que sin importar lo que pase tenemos que ver siempre hacia adelante, por demostrarme que cuando algo se quiere lograr por más trabajo que cueste lo harás / lo haremos, por dejarme claro que no hay mejor pago que escuchar el “gracias Rosalba” más sincero acompañado de una sonrisa, por dejarme verte crecer y enseñarme que todo el esfuerzo ha valido la pena al momento que das un paso más y cumples una nueva meta.
Por todo lo anterior puedo decir que apuesto y siempre apostaré por la inclusión. No me cabe la menor duda que la misma hace que todas las personas que estamos en esto tengamos una perspectiva diferente, nos hace seres más empáticos y lo más importante de todo… nos hace aprendices de los mejores maestros.