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Ana Elisa P.

Un poquito de magia en las pequeñas cosas.


Hicimos mi hija y yo, nuestro viaje habitual a visitar al doctor, lo que cambió la rutina fue que ahora viajábamos con escala, esto implicaba bajar del avión, hacer trámites y volver a tomar el vuelo.

Cuando llegó el momento de hacer la parada, estaba un grupo de personas del Aeropuerto esperando a los pasajeros en tránsito. Entre ellos se encontraba un señor que me ofreció una silla de ruedas para mi hija. Inmediatamente le informé que yo no la había solicitado pero él de manera muy cortés me dijo que el trayecto era largo, pero que lo que yo decidiera estaba bien. Este pequeño incidente puede parecer intrascendente para muchos, lo papás de hijos con necesidades especiales, tenemos un Pepe Grillo interior que es muy estricto, cuando se trata de la autonomía de nuestros hijos, ya sea comer solos, quitarse un calcetín o en mi caso la marcha independiente, a pesar de ello accedí, principalmente por respeto a la prisa de los demás pasajeros.

Efectivamente el camino fue largo y con subidas y bajadas, llegamos a nuestra nueva sala. Ahí estaba nuevamente la persona del aeropuerto. Mientras esperábamos, me preguntó ¿qué tal van las terapias? A lo cual yo respondí, y al mismo tiempo lo hizo mi hija: bien, pero yo ya me cansé de los ejercicios. El señor la miró, y dirigiéndose A ELLA le dijo que la comprendía, que a su hija le había pasado lo mismo, pero que gracias a sus terapias, a sus médicos y a todo su esfuerzo, ahora estaba cursando la Universidad. Tomamos nuestro vuelo agradecidas y con el corazón contento.

Uno de los lemas en los que creemos en PHINE, es que haciendo comunidad y de la mano, es más fácil. Los papás, que compartimos este camino nos comprendemos de una manera especial. Primero me sorprendí del trato que estábamos recibiendo, después comprobé con alegría que se debía a que habíamos tenido la suerte de que fuera un papá quien nos recibiera. Son pequeñas acciones las que marcan la diferencia: no nos impuso la ayuda, la tomó en cuenta a ella, no hablaba conmigo como si ella no estuviera ahí, nos compartió su experiencia y nos brindó esa mano amiga que puede hacer una gran diferencia en el día. Para mayor satisfacción mía, esto sucedió en un aeropuerto de la Republica Mexicana.

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