Aunque parece que las fiestas ya quedaron muy atrás, sigue siendo enero y alcanzo a meter mi propósito para el 2017, tengo 11 meses. Las lindas vacaciones, los difíciles acontecimientos del mundo, y mi constante vaivén de emociones me llevaron a pensar que el mejor regalo que le puedo dar a mi hija es fomentar su independencia y cincelar en su corazón la autodeterminación.
La vorágine del día a día ha sido mi mayor aliado y pretexto para no exigir que se vista sola, para no darle el tiempo que requiere al guardar sus útiles en la mochila, para no permitir que decida sus actividades, además, hay días que mi corazón de madre/barco disfruta apapachar mientras pongo el calcetín o la playera, pero hay días que mi mente de madre/loca de la casa no quiere perder un instante en este trámite y quisiera que se hiciera por arte de magia. Pero NO! Con los niños con necesidades especiales esto no sucede de la noche a la mañana, y que el mensaje no sea claro (un día si y un día no) los confunde y angustia. Conozco la carita de mi niña cuando le exijo que se ponga el pantalón, enojada y con prisa y es distinta a cuando lo practicamos con un poco de calma.
Este año, mi China de mi corazón cumple 10 años. DIEZ. Se que no es realmente un parte aguas de nada y menos con los niños con discapacidad que tienen un tiempo interior distinto. Pero inevitablemente me mueve, y diez suena. Entonces en este día, le prometo a ella, y con ustedes de testigos, que mi regalo para ella será constancia y congruencia en busca de su autodeterminación.
El paquete completo de los 10 años incluye:
Bañarse sola, pelo incluido haciendo espuma.
Ponerse la pijama
Cepillado de dientes, con supervisión nada más.
Quitarse el uniforme por la tarde.
Elección de ropa los fines de semana.
Oportunidad de decidir si asiste a ciertos eventos sociales. Los familiares no están a discusión.
Abrocharse el cinturón de seguridad del coche.
Subirse sola al banco de la cocina.
Elegir alguna clase no terapéutica.
Despertar con la alarma del despertador.
El chongo del ballet, el uniforme en la mañana, la guía de la tarea, entre muchas otras seguirán a mi cargo. Yo se que puede parecer lo contrario a un regalo, la exigencia y la incorporación de más actividades complicadas para ella, en su ya compleja agenda. Pero si lo es. Es un regalo que cosecharemos algún día. La práctica, la estructura y alcanzar estas metas creo que harán mas terso el camino de llegada a la adolescente que quiera rebelarse y estar sola. Ella es tenaz y machetera y se que si yo cumplo mi parte del “regalo” al término de este año podré reportar logros.
Todo esto, también, es para llegar con muchas mas herramientas a un campamento de tres días al que la idea es que vaya “sola” y disfrute de todas esa actividades recreativas en compañía de otros niños, que como ella estén poniendo los cimientos de su futuro.