Estoy convencida que una buena parte de lo que nos impide acercarnos a la discapacidad es la falta de información adecuada. Como consecuencia, al no conocer sobre algo, es natural que reaccionemos con temor y enseguida con rechazo, pues quién quiere estar cerca de eso que nos atemoriza y no entendemos. Es un proceso humano y esperado ante aquello que nos es desconocido. Muchos crecimos bajo el concepto de “no preguntes”, así, cuando yo sentía curiosidad sobre algo, alguien o una situación determinada y desconocida para mí, esa era la respuesta que se me daba y no se volvía a tocar el tema. Resultaba que mi duda no se aclaraba, y no es que quedara borrada de mi mente, sino que la mandaba al archivo de “lo que no debo saber”, aumentando más mi curiosidad y también mi temor, pues en automático también se abría el archivo de “seguro es algo muy malo y por eso no me pueden explicar”. Lo que yo no podía comprender en ese entonces es que los adultos tampoco tenían las respuestas adecuadas y preferían matar el tema de esa forma.
Al día de hoy las cosas han cambiado un poco, en temas de sexualidad, drogas y también con la discapacidad, pero aún falta mucho por hacer. Es cierto que hoy se habla más abiertamente sobre la discapacidad, cada vez vemos más personas en sillas de ruedas o ciegas en la calle, lo cual nos habla de un poco más de accesibilidad que antes; es probable que en el colegio de nuestros hijos tengan algún compañero con alguna discapacidad; en algunas instituciones o cadenas podemos ser atendidos por alguna persona son Síndrome de Down. Sin embargo, además de seguir informando y sensibilizando a nuestro entorno, es importante empezar a eliminar la carga asistencialista o caritativa con la que se ha impregnado el tema de la discapacidad. Me explico. Al hablar de discapacidad no sólo es importante hablar de solidaridad, sino también de mutua ayuda; es importante hablar de tolerancia y respeto mutuo, a las diferencias y cualidades de cada uno; es básico eliminar el estigma de que la persona con discapacidad está enferma, y cambiarlo por entender que es sólo una condición de vida; y sobre todo, es importante hablar no de compasión, sino de empatía, no de ayudar al prójimo sino de crecer juntos.