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Gaby M.

Una enriquecedora experiencia: Mis Hijos de Campamento


Una vez más compruebo que la actitud mueve montañas, y es que en la escuela de educación especial de Diego, se organizó un campamento para los niños y jóvenes con discapacidad de la escuela, junto con sus hermanos, primos y amigos cercanos.

Durante la búsqueda de empresas que quisieran realizarlo, Camp Tomacoco desde un principio dijo que le gustaría participar y a todas las necesidades que se requerían encontraron una solución para llevarlo a cabo, por ejemplo, pusieron algunas rampas, licuadoras para hacer papillas, solucionar el transporte de todas las sillas de ruedas, manejo de medicamentos, adaptación a sus juegos y actividades para que todos pudieran participar y hacer un evento divertido para cada uno de los participantes.

Varias semanas antes, en la escuela prepararon a los niños para el campamento, todas las herramientas de comunicación estaban listas, las maletas de Diego y su hermana Daniela también listas y yo también estaba lista para separarme de mis hijos 2 noches, pero sin duda, Diego era el que más me angustiaba.

Muy temprano llegamos al punto de reunión, según yo estaba preparada, tranquila y emocionada porque era la primera vez que Diego y Daniela se iban sin su familia. Emoción porque mi esposo y yo pasaríamos un par de días en casa sin hijos, ¡¡serían como vacaciones!! y finalmente emocionada por la experiencia que Diego viviría. Sin embargo, al verlos subir al autobús no pude evitar el nudo en la garganta, ese nudo causado por emoción y nerviosismo.

Esa mañana estuve un poco inquieta hasta que me avisaron que ya habían llegado a su destino, entonces me tranquilicé y disfruté enormemente el fin de semana, obvio pendiente del whatsapp y esperando que mandaran alguna foto.

Esos dos días pasaron rapidísimo y ya era momento de irlos a recoger. Mi esposo y yo comentamos que hubiera estado bien una noche más, de hecho, platicándolo con otra mamá, coincidimos en lo mismo, ese desprendimiento nos cayó muy bien.

Con emoción, besos y abrazos recibimos a nuestros hijos, todos ellos muy felices; convivieron entre hermanos en un ambiente diferente a lo habitual, fuera de su casa y rutina. Diego convivió con otros niños con y sin discapacidad, Daniela vivió la experiencia de relacionarse con otros niños como ella cuyos hermanos tienen discapacidad y también convivió con otros niños con discapacidad.

Al final, los comentarios de los papás, incluidos nosotros, fueron de agradecimiento hacia la escuela, los maestros, monitores y las personas del campamento que lograron brindar una gran experiencia para nuestros hijos, para sus hermanos, y para nosotros los papás.

Nunca pensé que Diego algún día se iría sin nosotros, simplemente no pasaba por mi cabeza. Sabía de algunas instituciones que organizan campamentos para jóvenes con discapacidad, pero nunca pensé que a sus 8 años se iría, sin embargo, en su escuela hicieron todo lo posible para que viva esa experiencia como la vive cualquier otro niño de su edad.

Uno de los muchos comentarios positivos que hizo mi hija fue que a todos sin excepción les dieron el mismo trato, no había distinciones entre los que tienen discapacidad y los que no la tienen, todos estaban muy bien integrados logrando una verdadera inclusión.

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