Cuando naciste, Maria, nos instalamos en puntos suspensivos. La espera no cesó aún cuando ya habías llegado.
En cuanto supe que habías nacido me fui rapidísimo al hospital porque iba a salir de viaje y quería conocerte antes de irme, pero mi sorpresa fue que no pude hacerlo.
Delicadamente tu mamá me dijo que algo te había pasado...
El cuarto de hospital estaba repleto y la verdad yo no entendía bien que hacían ahí con esa actitud tan festiva.
Me confundí porque al escuchar tantas risas pensé que quizás yo había entendido mal. Mi visita fue corta, salí del cuarto y me encontré a tu papá, me despedí de él y caminé por el pasillo. Cuando ya le había dado la espalda me gritó ¡Lola! volteé a verlo y me dijo "de verdad gracias por venir" yo le sonreí y me fui. En el fondo supe que yo no había entendido mal, efectivamente algo inesperado estaba sucediendo.
Yo me fui a Mérida y al otro día hablé al hospital para saber cómo estabas. Me contestó un señor (no sé quién era) y aún cuando tu mamá no estaba porque había ido a verte yo me atreví a preguntar cómo seguías y la respuesta que me dieron fue: hay que orar por ella. Entré en pánico y empecé a orar. Al pasar de los días todo se puso más difícil. Según recuerdo tu corazón y tus pulmones no latían a contratiempo.
Te bautizaron, pero tú nombre se había complementado, ahora eras María Fermina. Tus papás tuvieron que regresar a casa y tú te quedaste en terapia intensiva.
Un día los fui a visitar de sorpresa al hospital porque sabía que todos los días iban a verte. Yo llegué antes que ellos y los vi llegar tomados de la mano con una mirada de concentración profunda, era obvio que iban pensando en ti. Salieron de su concentración cuando les grité y se sorprendieron de verme. Subí con ellos a terapia y aunque claro que yo no podía entrar, a ti y a mi nos llegó la hora de conocernos. Tu mamá te levantó y te vi. Mi chiquita. Estabas viva y en pie de lucha, pero la situación era realmente complicada.
Un día, como todos los días, tu mamá entró a la capilla del hospital en donde había una Biblia abierta, ella se acercó y lo primero que leyó fue una frase corta pero contundente "no temas, solo cree y ella se salvará" (por cierto, de San Lucas 8, 23-24), y así fue.
Un mes tardaste en salir del hospital. Un día antes de que llegaras a tu casa tu mamá fue a comprar el comedor de la casa, casi como si te fueras a sentar ahí a comer. Ella quería que la casa, tu casa, estuviera completa. Quizás pienses que fue exagerado, pero es que, María Fermina, estaban de manteles largos.
Pasados unos seis meses de tu llegada a casa, sorpresivamente, tu mamá nos escribió un mail a la gachupina, a la gringa y a mi… no me vas a creer, pero aún lo conservo…
“…la angustia, la tristeza, el coraje y todo lo que conlleva esta situación ha sido muy difícil. Han sido los mejores y los peores días de mi vida pues esos sentimientos encontrados de tristeza por la incertidumbre se compensan con ver la sonrisa de María Fermina (es super risueña) tomando torpemente su sonaja. Con eso, no solo me hace el día sino la semana completa. Creo que nunca en mi vida había valorado lo que significa mover libremente mis brazos y mis piernas. Ella me ha enseñado el gran valor del movimiento. A sus pequeños 7 meses es una gran maestra y seguramente nos dará muchas lecciones más. Lo único es que mi espiritualidad está hasta el tope y no bajaré la guardia hasta que María Fermina me pueda abrazar. Se que tardará pero confío en que lo logrará. No me importa que se siente al año, a los dos… no sé, pero el día que lo haga haré una fiesta. Esto es una carrera de distancia, no de velocidad y estoy dispuesta a correrla el tiempo que sea necesario.
En un pequeño correo es muy difícil explicar lo que siento… bueno no, es fácil: ¿las ha revolcado una ola?...eso siento. Que te ahogas pero muy internamente sabes que al final vas a salir y no te vas a ahogar....”
Fue difícil mi niña, pero pronto le estarías dando la razón a tus padres. Empezaste bajando una resbaladilla para alcanzar un juguete con tu propio impulso; y así, te fuiste para arriba, viviendo el día a día de manera magistral. Sin calma pero sin prisa. Solo a tiempo, perfectamente a tiempo…
En cuanto a ti y a mí, nos unen varias palabras… una de ellas es Talacha, pero me cautivaste con las de “Tia Lola”. También nos unen algunas canciones, pero con la que me desquiciaste fue con la de “la herida de un hombre”. Nos unen también un par de regaños, pero ya Juan Pablo me puso un estate quieto cuando me dijo “No quiero que vuelvas a regañar a mi amiga”.
En cuanto a tu mamita, ella nos debe una fiesta porque lograste sentarte muy rápido y también nos debe un maratón, que por cierto prometí correr con ella. Afortunadamente todavía no se anima.
En cuanto a tu papá, (no le digas que lo sé) eres su consentida… Sapicha.
Y después de diez años seguimos de manteles largos, María, festejando tu vida y tu belleza, y es que tú eres el claro ejemplo de que "es mejor poder brillar, que solo buscar ver el sol".
Te amo mi niña, ¡¡feliz cumpleaños!!