Desde Agosto de 2017, como acompañante educativo terapéutico de Diego, un niño con parálisis cerebral, he vivido la experiencia de estar, simultáneamente, en el ámbito de la Educación Especial y la Educación Inclusiva por lo que me fue propuesto escribir referente a los pros y contra de ambos ámbitos educativos.
Después de analizar mi experiencia en estos meses llegué a la conclusión de que se complementan y, por lo tanto, el pro de ambas es su existencia y el contra, considerarse dos ámbitos completamente distintos.
El que un niño con discapacidad asista a una escuela de educación especial a la vez que es partícipe en la educación regular dentro de una escuela inclusiva, no sólo favorece su aprendizaje, también contribuye a que sus compañeros de la escuela inclusiva conozcan sobre la discapacidad y la reconozcan como una condición que cualquier persona puede o no llegar a tener.
Permite que la educación especial y la educación regular trabajen de la mano en pro de la Educación a la cual todos, sin excepción, sin importar sexo, edad, raza, creencia religiosa o condición, tenemos derecho a acceder.
Cuando un niño con discapacidad se encuentra siendo partícipe en ambos ámbitos educativos, la educación especial, ya sea dentro de una escuela especial, un apoyo particular o mediante la Unidad de Educación Especial y Educación Inclusiva “UDEEI” se encarga de realizar los ajustes razonables (término que actualmente se usa en lugar de adecuaciones curriculares) que favorecerán su aprendizaje y desarrollo como el de cualquier niño y, la educación inclusiva, le brinda la oportunidad de salir de su zona de confort, descubrir de lo que es capaz al convivir y participar con otros niños que lo impulsarán a dar siempre su mayor esfuerzo. Convivir con diferentes grupos, reconocer y ampliar la diversidad de personas que pueden existir sólo en un salón de clases o en una escuela, le da la oportunidad de reconocerse y ser reconocido como un niño, una persona, cuya discapacidad es sólo una condición, la cual en ningún momento o circunstancia debe ser una limitante para la educación y convivencia permitiendo al mismo tiempo reconocer sus similitudes y diferencias las cuales nos hacen ser únicos e irrepetibles.
La inclusión permite que todos los que nos encontramos en el proceso, alumnos, padres de familia, profesores, acompañantes educativos, personal de la escuela, vivamos experiencias enriquecedoras dejando atrás la etiqueta de “especial” y cambiar las frases “no puede”, “no lo logrará”, “no vale la pena intentarlo” por… “probemos”, “quizá es necesario cambiar la forma en cómo presentamos el contenido”, apoyémonos en este material”…
La educación especial realiza los ajustes razonables necesarios para que los alumnos con discapacidad accedan a la currícula regular siendo un apoyo que, si se considera que todos aprendemos de diferente forma de acuerdo a nuestras capacidades y características, todos, sin excepción, hemos requerido de ellos y quizá los hemos realizado nosotros mismos inconscientemente o alguien más nos ha apoyado.
La Educación Inclusiva realiza dentro del aula los ajustes sugeridos por la Educación Especial siendo muchas veces benéficos no sólo para el alumno o alumnos con discapacidad, sino para el grupo en general.
La Educación Especial y la Educación Inclusiva son complementarias, a través de ella los alumnos vivencían, el respeto, la tolerancia, la equidad, la participación, la empatía, el entendimiento, la compresión, la igualdad, el amor al prójimo y el derecho que tiene cualquier persona de ser, estar y participar dentro de la sociedad, puntos claves para la vida y convivencia e igual de importantes que los contenidos académicos.
El pro tanto de la Educación Especial como de la Educación Inclusiva es su existencia y el contra que su coexistencia no se ha generalizado considerándose en muchas ocasiones como polos opuestos cuando en realidad no lo son.
¿Escuela Especial?, ¿Escuela Inclusiva? ¿Qué opción es la mejor?...
En mi opinión, contar con el apoyo de ambas es la mejor opción y oportunidad que se le puede ofrecer a un niño, joven o adulto con discapacidad.