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Bárbar Anderson

Un primer día de clases diferente…


Hoy Lucca y Bruno comenzaron nueva escuela.

En medio del jet lag de 12 horas que venimos capoteando desde India, a pesar de estar despiertos desde las 3 AM, casi llegamos tarde al primer día de clases de los dos. Vestir a uno, poner sus comidas especiales molidas y las jeringas en una mochila y el sandwich de aguacate y la banana en la lonchera del otro.

Subir y bajar escaleras con silla de ruedas, bolsos, férulas, libros recién forrados, ruedos hechos al vapor en los pantalones azules comprados a las carreras. !Yo quiero que me lleves en bici!, grita Bruno.

En todo un torbellino, Lucca partió con su papá en el auto a su primer día de primero de primaria en Apac y Bruno a su primer día de primero de primaria una escuela a pocas cuadras de casa.

No les pude sacar esas fotos posadas hermosas que he visto desde el mes pasado en Facebook, no los peiné con gel, no sonreímos los 4 felices.

Salimos como siempre al filo del estrés y rogando no olvidar nada de la larga lista de pendientes.

Hoy es un primer día de clases diferente.

Es la primera vez que Lucca y Bruno no van juntos al mismo lugar. Desde bebés y hasta julio pasado compartieron guardería y escuela.

Me he peleado -cada vez tengo más entrenado ese músculo- con directores/as, con funcionarios, con la SEP... he peleado con Katia Darbeau, Agustin De Pavia Frias y otros padres para modificar la Ley de Educación (la anterior y la nueva) para que las aulas sean de verdad y no en papel inclusivas.

Conseguimos una escuela que parecía cumplir con este mandato: recibir a todos por igual. Pero abrir la puerta es solo una parte de este cometido, de esta promesa. Es es sólo sumar, incluir es un verbo mucho más profundo.

Es de verdad preocuparse por adaptar contenidos, por sensibilizar a las maestras, a los alumnos y a los padres del resto del salón. Es tenerlo presente en las actividades, es encontrar maneras de que reciba la misma atención que los demás. Y no dejar todo en manos de su sombra, la incondicional Claudia.

Es tratar de que en las fotos de grupo, salga con el grupo y no a un costadito, para que no desordene la composición.

Es dejarlo actuar en una obra de teatro de fin de año con sus propios compañeros, los de su salón, aún si no puede hablar y no con los de grados inferiores para que se sienta 'incluido'.

Es dejar de mostrarlo como una mascota del aula ante los eventos y en el día olvidarse que necesita una rampa extra o una colchoneta grande donde cambiar sus pañales o un espacio digno donde descansar y cambiar de posiciones.

Lucca empieza hoy su primer grado en APAC, una institución especializada en niños con parálisis cerebral, un lugar donde no será el raro, porque todos tienen silla de ruedas, un salón donde lo que sobran son colchonetas, porque todos usan pañales, un lugar donde puede intercalar las clases con masajes y terapia física, porque todos las necesitan (y no mirará sentadito desde la sombra a los demás jugar en el recreo).

Yo quería que la inclusión que peleamos desde cada actividad que hacemos como familia se repitiera en la escuela. Pero no fue así.

Lo estaba a obligando a Lucca a cumplir un sueño mío más que a velar por su real necesidad. Él necesita aprender de verdad, con maestros que sepan y tengan experiencia sobre como darle clases de matemáticas o español y que también puedan evaluarlo. Necesito que Lucca se forme en sus inicios, en su base con la mayor cantidad de herramientas y no solo que cumpla con mi ideal de 'los mismos hermanos en la misma escuela, sea como sea'.

El día que lo lleve a Lucca su clase de pruebas hace ya casi dos meses, Bruno rogó ir con él. Cuando fui a buscarlos había una fiesta en el recreo, música, los chicos con sus sillas de ruedas habían hecho una ronda y Bruno al centro bailaba y se reía con ellos. "Yo quiero quedarme aquí, con Lucca, en esta escuela. No quiero que nos separes". Con un nudo en la garganta le dije que cada quien iba a tener una escuela distinta pero que él podía ir cuando quisiera a APAC a visitar a Lucca y pidió anotarse en la breve lista de 'voluntarios'.

Hoy, las corridas, el sueño, el cansancio, los nervios no me dieron chances de tomar esas fotos.

Pero deseo de todo corazón que los dos tengan un gran día, que empiecen una nueva etapa con todo lo necesario para que florezcan, para que saquen todo eso que sé que cada uno trae encerrado en su interior.

No se puede ganar una guerra sin pelear antes pequeñas batallas.

Tal vez ellos tengan las suerte de que sus hijos compartan salones y se rían en rondas con y sin sillas de ruedas.

Eso lo deseo de todo corazón.

Feliz día, mis bichitos de luz

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