Después de saber que María Fermina no podría ir en la escuela que estudié porque no era opción inclusiva, busqué alternativas adecuadas a mi circunstancia.. Alguien me platicó de un colegio sobre Avenida Toluca y sin conocerlo, fui a pedir informes y me encantó. Saliendo de ahí pensé que haría todo lo posible porque María Fermina comenzara su vida escolar en ese espacio.. Después de algunas pruebas y preguntas sobre su diagnóstico, un día me hablaron para decirme que estaba admitida y junto con nosotros abrazarían la incertidumbre de lo que representaba tener una niña con “leucomolacia periventricular”.
Nunca olvidaré el primer día de clases cuando atravesé con ella en brazos el patio de la escuela, mientras lo hacía, en mi interior soñaba el día que ya no la cargaría más y entraría caminando sola por ese mismo lugar.
Recuerdo también de ese primer día como Camila hizo conexión con ella y con sus dos manitas extendidas la recibía con una sonrisa y Nancy su maestra por varios años se agachó para enseñarle el ambiente y presentarla a sus compañeros.
Desde ese primer día hasta hoy, María Fermina ha sentido ese espacio como su segunda casa… Ahí ha crecido junto con sus compañeros quienes la han acompañado en todos sus retos y logros, desde verla gatear en el recreo hasta el día en que sin ayuda pudo ir de un salón a otro. Han crecido juntos, y comprobado el esfuerzo que ha representado para María Fermina, algo que para ellos se da de manera natural, por ejemplo en el tema de la comunicación y lenguaje, pudieron constatar la evolución de no oírla decir palabra alguna y acompañarla en Lengua de Señas Mexicana en un representación del día de las madres hasta el día en el que pudo hablarles y decirles con su voz el nombre de cada uno de ellos. Así en lo sensorial cuando en los festivales escolares el público, los aplausos y el ruido la irritaban brindándole confianza y seguridad hasta el día en el que pudo integrar esos momentos. Durante estos 10 años han descubierto que la condición de María Fermina es una más de sus características pero que no la define como la niña del salón que tiene “un problema” o una discapacidad, para ellos María Fermina es una compañera más que le encanta el columpio y disfruta reírse con sus amigos de sus chistes y travesuras. Se han dado la oportunidad de conocerla, reconocerle sus habilidades y también exigirle su participación y atención directa cuando se trata de trabajar y aprender juntos. María se sabe y se siente parte del grupo. Todos en conjunto viven, crean y recrean la inclusión.
Asimismo, ha contado con el apoyo de maestras comprometidas y dispuestas en primer lugar a conocerla, a no subestimarla y a exigirle como a cualquier otro integrante del grupo, con sus adecuaciones y ajustes curriculares, ello por supuesto que les representó un reto profesional y laboral de mayor esfuerzo pero estoy segura que quien se dio y ha dado la oportunidad de incluirla ha recibido como ganancia una satisfacción personal que ha valido la pena.
Recuerdo alguna vez que una maestra en una evaluación escolar, mencionó que lo que más agradecía de trabajar en esa escuela era haber tenido como alumna a María Fermina que para ella había sido un regalo en su carrera de docente. En otra evaluación, una maestra nos dijo que ella aprendió más de lo que podría enseñarle.. Así como esos comentarios, muchos otros más de papás y mamás de la comunidad que sienten que la presencia de María ha sido un regalo en sus vidas.
Todos los ciclos terminan y a pesar de que ahora la escuela cuenta con secundaría y parecería que pudiera continuar en ese espacio a su vida escolar, eso no sucederá…
Fue hace un año cuando terminó de bailar el número de Navidad cuando me pregunté dónde habían quedado esos bailes conmovedores para toda la comunidad y para sus propios compañeros en los cuales la complicidad y apoyo se comprobaban en el propio baile; la escena fue contraria: María Fermina, sentada en una silla en la orilla intentando seguir a sus compañeros.. Se lo dije a su maestra de apoyo y le pedí que por favor para el baile del día de las madres pudiera hacerse más incluyente como había sido en los últimos años.. Recuerdo que fue el baile de Zootopia, María estaba muy emocionada y para sentirse más segura la maestra de baile venía una o dos veces por semana a la casa por las tardes a ensayar con ella. El día del baile, lo sacó adelante aunque sentí que todavía faltaba más participación dentro del grupo. Ahí me cuestioné, sí de mi parte correspondía recalcar lo que “per se” creo que debe ser una acción introyectada de la propia escuela al planear una actividad de grupo donde tienen a una niña con discapacidad y lucir el mensaje de inclusión.
Sin embargo, la realidad apuntaba a otro lado, así que mejor decidí platicarlo directamente en la escuela y aprovechando la ocasión, se abrió el tema sobre su participación en las clases y con sus compañeros que sin duda están creciendo, teniendo otros intereses y alejándose quizá de esa convivencia como tal que María Fermina, como cualquier otro niño requiere en su etapa de desarrollo. En mis argumentos siempre estaba el tema social, más que el académico (mismo que se hace con una institución encargada de eso y la maestra de apoyo).
Del otro lado, me comentaban que eso ya no estaba pasando, justo por la diferencia de intereses, que María Fermina pasaba sola algunos recreos, sin convivir mucho: “No me imagino a María tomando una clase sentada 3 horas en secundaria, tantas materias, tantos maestros y además no estamos cumpliendo tampoco con el tema social”… En mi interior, sentía que era una señal que me indicaba que ese espacio ya no la recibiría con el mismos brazos que nos recibió cuando ingresó a preescolar: “Tu sabes Margarita, que queremos lo mejor para María Fermina…” Creía que el ciclo siguiente pudiera haber sido un año transitorio donde solo pertenecer a un grupo le otorgaría seguridad y confianza en esta etapa del desarrollo donde comienza la adolescencia, sin embargo, las señales eran en sentido contrario.
Sucedió que para arreglar el tema del baile, se originó para mi y creo que para toda la comunidad del grupo de María Fermina la experiencia más emotiva, gratificante y amorosa que pudiera existir de parte de un grupo que creció con el valor de la inclusión desde que tenían dos años de edad.
Después de mi plática con la escuela, y ver los tiempos justos que tenían para adaptar un baile que ya estaba ensayándose en curso, decidieron que la mejor forma de adaptarlo era que la participación de María Fermina fuera a partir de la mitad del baile de Navidad, que los ajustes razonables ya no eran posible hacerlos y que esa era la mejor forma de que todos quedarían satisfechos.
La reacción del grupo, no se hizo esperar, en conjunto sus compañeros, quienes han crecido con ella se manifestaron enérgicamente, rechazaron y objetaron “la solución”. Estaban dispuestos a todo.
Alumnos:
“Nos extrañó por qué pusieron el baile para ensayar y no había entrado María Fermina”
“No estamos de acuerdo, sí ésta escuela es inclusiva, María debe estar en TODO el baile”
“Muchos niños lloraron en el salón, pero dije yo no voy a llorar, yo me voy a pelear...”
“Todos los años hemos hecho bailes para que María participe siempre”
“Entiendan niños, es por ustedes, es su último año y se tienen que lucir.. “Necesita ser un baile “bien hecho”…”
“Ahh, entonces me estás diciendo que si incluyen a María en el baile entonces no nos vamos a lucir…”
“¡No! entiendan, es que María Fermina hay pasos que no puede hacer”
“Yo la puedo detener, y sí puede”
“ O ustedes se acoplan o María Fermina se acopla”...
“Lo que queremos todos es acoplarnos para que María pueda estar en todo el baile”.
En ese momento las emociones florecieron, hubo llanto, indignación, desesperación, decepción, confusión, estrés, enojo, frustración y mucha desilusión… Todos los niños de alguna forma manifestaron su desacuerdo. La autoridad había tomado una determinación y así se iba hacer.
La solución que encontraron los niños fue:
“Va empezar la canción y nos vamos a sentar, no vamos a entrar hasta que entre María”
Ese día la confusión de mis sentimientos y emociones no podían asimilar lo que estaba pasando: por un lado, el dolor de estar recibiendo indirectamente el primer acto de discriminación de parte de su propia escuela y vivir en carne propia lo que todas las familias de un hijo con discapacidad reciben: ese constante y continuo “NO SE PUEDE” de las escuelas que no aceptan a nuestros hijos para que puedan ejercer su derecho a la educación.
Sin embargo, por el otro estaba recibiendo el abrazo más genuino de aceptación y de amor por parte de todos sus compañeros que salieron en defensa de mi hija quien a través de los años se ganó a pulso el amor y respeto de todos sus compañeros.
Por eso rescato el orgullo y la entrañable admiración de todos y cada uno de los niños, quienes gracias a María Fermina y al espacio que dio la escuela para fomentar ese valor que adquirió por más de 10 años se formaron en los verdaderos valores que tanta falta hacen en esta sociedad más alejada de lo humano y de lo compasivo.
Lo que me quedó para esos niños y sus papás fue este mensaje:
¡Queridas mamás!, No sé ni cómo empezar este mensaje por tantos sentimientos encontrados.. pero empiezo por felicitar a sus hijos porque a pesar de que van creciendo y los intereses de María Fermina y los de sus hijos comienzan a separarse por el momento, demuestran lo que han sembrado en tantos años de convivencia con una niña con discapacidad.
No sé si sus hijos les contaron el desafortunado ensayo del viernes, si no, que se los platiquen y entenderán, pero después de escuchar a algunos niños y mamás sobre la situación y posición de las autoridades me queda claro que la inclusión en esta sociedad de la apariencia e imagen todavía es muy ideal y utópica, pero me da muchísima esperanza que sus hijos sean ese motor de conciencia y cambio para construir un mundo más humano y justo.
Siéntanse orgullosas de sus hijos y felicítenlos por valorar a la persona, por buscar esa justicia que para ellos le corresponde a MF por ser parte del grupo, siéntanse también transmisoras de esos valores que queremos para nuestro futuro; la etapa que nos tocará vivir con ellos en los próximos años de adolescencia es ese despertar de conciencia y de sentido en la vida y me da mucho orgullo que niños así puedan expresar lo que quieren y sienten frente, para ellos aparentemente un acto de injusticia.. la verdad es que de mi parte ya entendí el mensaje y solo quedará agradecer el espacio con el que contamos tantos años ahí. Ojalá esa experiencia sirva para que del otro lado tomen nota de la reacción y puedan darse cuenta de lo que perderán, si dejan de invertir en esa parte que tanta falta hace en el mundo con quienes no entran en esta sociedad y cultura moderna y de imagen, con los descartables (como dice el Papa Francisco). Les mando un abrazo y muchos a sus hijos de mi parte.
Las muestras de apoyo, indignación y cariño también por parte de las mamás no se hicieron esperar,
- Querida Margarita gracias a ti, a Maria Fermina y tu familia por la oportunidad de que mi hijo sea mejor ser humano por su presencia en nuestra vida. - Sí nos contó alguien todo lo qué pasó y a parte de su indignación me dijo que lo más importante que un baile “bien hecho” es un grupo unido. Lo suscribimos completamente. - Yo me siento triste, confrontada, desilusionada... muy... mi hija está enojada y triste. No quiero escribir desde este lugar (emocional) pero Maria Fermina necesita y merece al IGUAL que todos nuestros hijos el espacio para seguir creciendo, nutriéndose , sostenidos y contenidos con empatía... Maria fue bandera en la inclusión hasta que ya no... al menos eso siento yo. - Hola Margarita, que gusto saludarte, efectivamente, mi hija me comentó muy indignada lo sucedido. Coincido en que desde el primer momento en que formaron parte de la vida nuestros hijos fue un regalo maravilloso, han aprendido con el corazón a convivir con personas especiales y saben lo que esto representa, estoy muy orgullosa de su reacción por que efectivamente fue algo fuera de lugar y de contexto tomando en cuenta la postura "incluyente" del colegio. Que desafortunada reacción y acción. Me quedo con la gran enseñanza que ha dejado Maria en nustra familia. Muchas gracias a ti Margarita. - Margarita, gracias por compartir tu sentir, te abrazo fuerte. Te entiendo completamente, me queda claro que fue una reacción por parte de la escuela desde el EGO y no una decisión desde el corazón. Tanto Maria Fermina como todos sus compañeros, crecerán de haber vivido esta experiencia de sentimientos encontrados, tristeza, confusión, enojo, estrés, de impotencia. Agradezco y felicito a cada una de ustedes por tan maravillosos hijos , nos han abierto los ojos y corazones para ver que es el AMOR . Margarita y Maria Fermina, las queremos mucho, gracias por siempre estar y ser. - Yo llevo poco en la escuela, me refiero a no tanto tiempo como muchas de ustedes, pero he sentido un cambio, mucha rigidez y poca tolerancia, que en este caso se deja ver muy claramente. No sé qué esté cambiando o que haya pasado, pero a final de cuentas me encanta que la solidaridad y el cariño del grupo estén firmes y con tanta conciencia.
Los grandes maestros aparecen cuando estamos listos para aprender.
Les agradezco a todas las muestras de cariño y solidaridad para MF y para nosotros como familia. Me conmueven mucho y siempre son esperanza para hacer una mejor sociedad, que ellos ya tengan esa conciencia es maravilloso, eso es lo que rescato y ya con eso me siento tranquila, sí con dolor pero agradecida por haber crecido en este grupo sensible que ha dejado ser tocado por la esencia de mi hija, que es más que “el quedar bien”.
Más allá del colegio somos un grupo que ha crecido en esos valores y que desafortunadamente hoy no son compatibles con la escuela. La verdad dejaría que las cosas fluyeran y que cada quien en su espacio haga hacer valer su voz y derecho, tanto para los niños como para ustedes como papás, lo demás se hará por añadidura porque sin duda MF ha marcado la vida de todos y eso es la inclusión, ganamos todos. Nosotros como papás estaremos al margen hasta el último día que estemos ahí y nos sujetamos a lo que vayan a decidir cómo autoridades. En mi opinión dejaría al grupo, que están creciendo en valores que hagan lo que crean que tienen que hacer, les mando de verdad todo mi respeto y cariño para siempre.
Quedémonos con este dicho: “Los grandes maestros aparecen cuando estamos listos para aprender...”
En mi opinión, a pesar de la causa de origen, las experiencias con la discapacidad y las necesidades educativas especiales que la escuela ha vivido a lo largo de su existencia, la reacción que hubo al respecto para solucionar este asunto fue desafortunada y mal abordada con los niños. Mi percepción es que no han acabado de involucrarse ni abrazar completamente el desafío de la inclusión, porque asumirla como tal, implica no solo la propia inserción de la persona para que tenga acceso a la educación, sino es comprometerte como institución para generar estrategias y acciones educativas que acepta las diferencias pero al mismo tiempo brinde apoyos directos que reconozcan también el valor de la propia persona de acuerdo a las habilidades, competencias e intereses del alumno en inclusión; es conocerlo, descubrir sus dones, darle lo necesario para maximizar su potencial y participación plena en el aula y así contribuyendo por un lado para que pueda tener una mejor calidad de vida y por el otro para que pueda servir a los demás. Lo anterior, después de tantos años, no se ha concretado .
Al final, hubo una rectificación por parte de la escuela, reconocieron que hubo un mal abordaje, que tal vez las cosas se salieron del contexto y provocaron este desafortunado incidente, así que volvieron a rehacer los pasos del baile haciéndolo inclusivo desde un principio y todos pudieron disfrutar de ese momento como compañeros.
La mejor manera en que los niños se pueden “lucir”, como querían que lo hicieran en el baile, es justo haciendo lo que hicieron. No necesitan lucirse con los mejores pasos. Los niños se lucieron con la demostración de valores que aprendieron en la convivencia con una niña con discapacidad y por salir a enfrentar situaciones como esta que incluso enfrentan a un acto de autoridad.
Esto es brillar, lucirse, en esto sí brillan y destacan por sobre todos los demás niños de su edad que no se han formado en la diversidad, pues en este acto demostraron que más allá de su formación académica y lo que la sociedad moderna y de apariencia les exige, ante todo y a pesar de todo, defendieron valores indispensables para su formación humana como la empatía, la solidaridad, el respeto, la inclusión, pero sobre todo defendieron la dignidad de alguien a quien en su juicio le estaban privando de un derecho que a todas luces representaba un acto de discriminación.
Así en el futuro estoy segura que serán adultos que ejercerán en esta y otras circunstancias que a su juicio consideren injusta, su derecho de oponerse y de hacer valer lo que ellos consideran que les corresponde.
En esto aprendieron a que todos somos iguales, que nos necesitamos unos de otros, y justo ahí es donde asumen y nos dan una lección para hacer valer la inclusión, quitando esas “barreras sociales y culturales” que impiden generar una sociedad justa y solidaria.
Estos niños nos enseñan que todavía hay esperanza para lo que sigue y nos dicen que se están formando como verdaderos seres humanos.
Llegó el día del baile, y todo el grupo emocionado porque “habían ganado” la batalla, salieron sonrientes y con su mejor actitud. Las porras de los papás hacía María, el baile, la participación, la disposición y confianza de todos conmovían a cualquier persona presente que ni siquiera los conociera.
Y así María se lució por brillar siempre como una gran estrella…
* Margarita G.
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