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Daniela Aza

¿Qué ves cuando te ves?


Verme en el espejo. Era como el enemigo. Siempre fue un verdadero desafío. Era reconocer mis debilidades, mis supuestos defectos, mis cicatrices y todo lo que estaba mal según los cánones impuestos. Más tarde entendí y comprendí una real paradoja. Aceptar aquello que me acomplejaba e irritaba era lo que me iba a hacer única y destacar más. Mis curvadas manos y pies son los que me dieron ese plus y adicional que me hacen quien soy tanto internamente como físicamente. Porque me han dado, más allá de lo corporal, una mirada única, experiencias que otros nunca vivirán y sensaciones inigualables. Y una vez que comencé ese difícil y lento proceso de interiorización, me desafié a mostrarme mucho para contagiarlo y hacer que los demás, también, se acepten desde el amor y el poder y no desde la lástima y compasión. Y es que históricamente se habló tanto sobre la belleza quedando ligada a aquello perfecto, cuidado y protegido. A lo largo de los años se impuso que algo “es” bello y no verdaderamente como una percepción. Pero en verdad no existe algo puramente bello. Cuando decimos que algo es bello hay asignación de sentido, existe siempre alguien que lo dice, sea uno solo o sean muchos y eso no puede ser sino subjetivo. Cuando entendemos a una persona con discapacidad carente de capacidades, anormal, imperfecta estamos catalogándola y etiquetándola. Y cuando nos pensamos así, como nos dicen que nos pensemos, lo hacemos también. Construimos estigmas en torno a la belleza y no la entendemos como percepción sino como algo meramente dado y no construido. Y aunque algunos días son mejores que otros, el espejo ya no me devuelve rechazo. Me refleja mis posibilidades, mi esencia y energía. Me muestra mis cicatrices, resultado de lucha y constancia. Ojalá puedas darte cuenta que, cuando asumís tu verdadera esencia, se te nota y resplandeces. Que puedas mirarte y no solamente verte. Que te des cuenta que el camino no es la percepción de los demás sino tu propia percepción. Que vale la pena, al menos, intentarlo aunque tropieces mil veces. Que decidas, al menos, empezar.

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